Los hallazgos arqueológicos en Cataluña, España, sugieren que algunos de los instrumentos musicales más antiguos jamás descubiertos pueden haber sido utilizados tanto para la comunicación como para la expresión artística hace casi 6.000 años. Los investigadores han identificado doce grandes trompetas de concha encontradas en asentamientos y minas del Neolítico, que datan de finales del V y principios del IV milenio antes de Cristo. Estos instrumentos, elaborados a partir de caracoles marinos Charonia lampas, ofrecen una visión poco común de los paisajes sonoros de la antigua Europa.
El descubrimiento y sus implicaciones
Las conchas no se usaban como alimento (los caracoles ya habían muerto antes de ser recolectados) y modificaciones, como quitar la punta puntiaguda, confirman su uso como trompetas. Los experimentos modernos realizados por el arqueólogo Miquel López García, trompetista profesional, demuestran que producen un “tono potente y estable” similar al de una trompa. No se trata sólo de instrumentos; se trata de la comunicación humana temprana y posiblemente de los orígenes de la música misma.
El descubrimiento desafía nuestra comprensión de cómo interactuaban las sociedades prehistóricas. Los proyectiles podrían haber facilitado la comunicación a larga distancia entre comunidades o dentro de operaciones mineras, donde seis fueron desenterrados en minas de variscita. El hecho de que se utilizaran proyectiles similares para sistemas de alerta tan recientemente como a mediados del siglo XX, como lo demuestra la tradición familiar de García en Almería, pone de relieve la notable longevidad del instrumento.
Más allá de la función utilitaria: una antigua herencia musical
El potencial musical de las conchas se extiende más allá de la simple señalización. Al manipular el flujo de aire y la posición de las manos, los investigadores descubrieron que podían alterar tonos y timbres, lo que sugiere improvisación y exploración de sonidos matizados. Esto lleva la idea de la música prehistórica más allá de la mera utilidad; estos instrumentos podrían haber cumplido funciones expresivas y artísticas, fomentando vínculos sociales y expresión emocional.
Este no es un fenómeno aislado. En la cueva de Marsoulas, en Francia, se encontró una trompeta de concha de 18.000 años de antigüedad con características idénticas, lo que sugiere una tradición continua que se remonta a milenios. Las conchas catalanas, al igual que su predecesora del Paleolítico, muestran “cualidades expresivas” que insinúan aplicaciones musicales más amplias.
El panorama general: por qué esto es importante
El estudio plantea cuestiones fundamentales sobre los orígenes de la música. ¿Fue la expresión musical temprana puramente utilitaria (una herramienta de supervivencia) o surgió de necesidades humanas más profundas de conexión, emoción y autoexpresión? Los caparazones sugieren que quizás ambos desempeñaron un papel. Estos instrumentos antiguos no eran sólo herramientas para la supervivencia; estuvieron entre las primeras tecnologías de sonido desarrolladas por los humanos, con la capacidad de dar forma a las vibraciones de una manera similar a los instrumentos de metal modernos.
Estos hallazgos subrayan que la música no es una invención moderna sino una práctica humana profundamente arraigada, que ha evolucionado junto con nuestras sociedades durante decenas de miles de años. Los ecos de estas antiguas trompetas de concha nos recuerdan que la necesidad de crear, comunicar y expresarnos a través del sonido es una parte duradera de lo que nos hace humanos.

















